Una promesa es una promesa.
Recuerdo la playa por el calor de la arena bajo mis pies desnudos. Un cuerpo con una delgadez ahora admirable, pero en aquella época no causaba ni una pizca de atracción. Pero a ti sí te gustaba aquel cuerpo infantil que se disolvía entre tus brazos. Recuerdo la promesa como si la estuviera escuchando ahora. Esa promesa hablaba de eternidad, de compromiso y de amor. Tres términos comunes de expresar en la juventud, pero tan difíciles de cumplir. Sal, arena, plantas secas y espinas, nada romántico, pero para mí el escenario perfecto para una imagen que se repetiría una y otra vez en mi memoria por siempre. La Isla Catalina se creció con tus palabras, “tú y yo por siempre” retumbó en el oleaje que se acercaba en aquel momento a la orilla. “Estarás ahí siempre”, dijiste sin dudar y luego: “estaré ahí siempre”; y eso aún hoy no lo he podido comprobar. Hoy oí en la radio una frase que me llenó de alegría: “Nadie está solo mientras alguien lo lleve en su corazón”, entonces me alegré al recordar aquella promesa y confirmar que a pesar de los años nunca te has mudado de mi corazón. He tenido que hacer una que otra remodelación para albergar nuevos inquilinos, pero tu habitación sigue allí, cerrada con llave y una clave que se descifra con las palabras de aquella promesa en Catalina junto al mar. Sobrevino mal tiempo, nacimientos, muertes y hasta triunfos, pero aquella promesa nunca murió, sigue allí en la isla. A veces está aquí conmigo, espero que algunos días te visite y finalmente, deseo que tarde o temprano la llevemos a cabo aquí o en otras de nuestras vidas…
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